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jueves, 1 de septiembre de 2011

Emociones acogimiento

Hoy no voy a hablar de la alegría que nos supuso leer por primera vez en un periódico la posibilidad de acoger un niño. Ni de la alegría cuando te comunican que hemos sido idóneos, ni tampoco de la emoción cuando ves a toda tu familia coger entre sus cálidos brazos y temblorosas manos el frágil cuerpecito, y por supuesto tampoco de la grandeza del mundo cuando te coge por el pulgar mientras juega ó se alimenta.

No, hoy no voy a hablar de felicidad, ni tampoco de alegría. Hoy voy a hablar de otras cosas.

Tampoco voy a hablar de la tristeza cuando te anuncian que ya han encontrado una familia. Aunque también.

Ni tampoco cuando lo bañás por última vez. Aunque también.

 Ni de las lágrimas que derramas cuando por última vez lo ves irse tras la esquina, ese momento donde el gira la cabeza instintivamente en tu busca y te dirige esa última sonrisa, esa sonrisa que hunde el mundo y nos avergueza de nuestras vanidades, de nuestras miserias. Aunque también.

Hoy no voy a hablar de nuestra tristeza y de la impotencia para ayudarle en su caminar, de no estar junto a él cuando se enfrente al mundo, a su propia historia. Aunque también.

 A toda costa queremos protegerlos, acurrucarlos en nuestros brazos cuando lloran, cuando sufren, darle calor para que puedan superar sus miedos.

Pero hoy nos encontramos aquí, temerosos, tristes, dichosos, que no felices, buscando entre nuestras manos un apoyo para superar esos momentos. Dificilmente lo encontraremos. Cada uno se enfrenta en la oscuridad de la noche, entre sollozos y lágrimas, frío y amargura, al injusto mundo que nos rodea. Cuánta miseria, cuánta tristeza ( ahora si hablo de ella ) sentirse impotente ante todas estas desgracias.

Y desde nuestra humildad os digo que gracias a esos sollozos hemos intentado dar vida a otras vidas. Cada uno a su manera, pero con lo mejor que somos, aunque ese camino es duro, diría que muy duro, porque nos va deslumbrando el castillo de arena de nuestra propia existencia. Sin amor no hay nada. Sin llanto no apreciamos el dolor ajeno.

Cuando uno no ayuda a los demas, no porque no pueda sino porque no quiera, mas vale morirse, porque no encontrara jamas felicidad que suplante esa ocasion de realizarse como persona.

Pero hoy no voy a hablar de tristeza. Hoy voy a hablar de la triste sonrisa del niño que está llorando, de su mano fría que te busca en la oscuridad de la noche, de esa sonrisa sincera y abierta que han dejado en nuestros maltrechos y rotos corazones, de su olor por todos los rincones de la casa.

Me confieso ante todos como un hombre incompleto, muchas veces vacio, pero me siento afortunado por tener junto a mi a toda mi familia. Sin ellas no soy nadie y desde aquí quiero decirles que LAS QUIERO, y  quiero decirselo todos los dias. Gracias a vosotras he cambiado mi forma de entender el mundo, la vida y he llegado a comprender que con el orgullo y rencores no hay sitio para amar. Prefiero amar y decir OS QUIERO.
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