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viernes, 14 de octubre de 2016

TIEMPO PASADO

Tiempo pasado

Cuando miro atrás observo el camino recorrido, no fácil.

He sufrido como cualquier otro, he llorado, he reído, he amado y sin embargo me sigo preguntando cual es el significado de mi vida. Dios me ha regalado, que yo recuerde, cuatro nuevas vidas. En cada una de ellas he podido morir y sin embargo aquí estoy. Para qué ó para quién sigo aquí ¿?

No puedo cambiar ni uno solo de los momentos del pasado, quizás el único tiempo que existe, y el mismo te envuelve en sus redes para cambiar definitivamente el presente que quieres vivir y ver el futuro desde una mirada diferente. El pasado te persigue y a veces se hace insoportable ó quizás no quieras reconocer el paso del tiempo entre tus ojos ó quizás te encuentres insatisfecho en lo que te has convertido.

Triste reconocer el vacio dentro de ti cuando la gente sufre a tu alrededor y no saber ó no querer hacer nada.  Me niego a aceptar esta nueva vida para esto, por lo que continúo mi larga búsqueda, que a ciencia cierta no sé donde me dirige. Me siento un fracaso porque el peso de tu pasado y de tus pecados te persiguen cada día y de nada vale confesarse, redimirse. Tu conciencia no entiende de ello. Sólo reconoce el bien y el mal ó lo que no has hecho tan bien, pero ambos conviven en tu interior luchando por su supremacía, y reconoceréis que es más fácil hacer el mal que el bien, para el cual debes siempre negarte ante el prójimo, ante tus seres queridos. El bien, el amor solo entienden de humildad y cuantas veces olvidamos no pocos detalles del camino a seguir, unas veces la ira, otras la vanidad, egoísmo, soberbia…


Y el pasado, tus pecados,  te están acechando día tras día hasta que te reconcilies con ellos,  antes de morir. No se puede cambiar nada de lo que has hecho pero si al menos morir en paz. Los pecados te persiguen todos los días e incluso después de morir es posible que también tus hijos acaben pagando la magnitud de tus pecados, y así sucesivamente. He ahí la evidencia de que nuestros caminos siempre van indisolublemente unidos  a través del tiempo, y su magnitud es tal ante nuestra impotencia como seres que nos sentimos  indefensos para destruirlos, para olvidarlos definitivamente

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