Todo lo que se pueda narrar no es comparable con las emociones que se viven cuando te comunican que el bebe al que has cuidado durante sus primeros meses de vida va a volver con su familia ó con alguna familia adoptiva. Que difícil son esos días. La primera de las reuniones donde conoces a la familia, donde por primera vez sientes que tus abrazos pueden ser los últimos que les des. Y así durante cuatro interminables días. Vuelves a casa, lo bañas, le das su biberón, lo acuestas y te quedas un rato viéndolo respirar, viéndolo vivir y piensas mañana ota vez.
Y así hasta el último día. Vuelves a casa cabizbajo, en silencio, sin medir palabras, solo existen emociones, no hay palabras que te consuelen. Ni la de tus amigos, ni la de nadie, y aunque es cierto que sabes que este día llegará nunca lo tienes asumido y nunca estas suficientemente preparado.
Lo bañas, y piensas este es su último baño, y lo alargas en sus juegos, como deseando que nunca se acabara, lo secas y lo acurrucas entre la toalla, secandole el agua y las lágrimas, le das su biberón, y piensas este es el último, se queda dormido entre tus brazos, y esta vez si por última vez.
Cuánto te cambia la vida desde ese momento. No entiendes la maldad de algunos corazones, la vanidad de los hombres, y en esos momentos te brindas a Dios para cambiar la tristeza por felicidad aún a costa de tu propia comodidad, y es que a veces nos cuesta enfrentarnos a la cruda realidad y nos da miedo ponernos enfrente de nuestros miedos. Miedo a sufrir, miedo a llorar, miedo a perder lo poco que tenemos, pero siempre hay algo más valioso que nuestro egoismo: la felicidad de todos los que nos rodean.
Y así se pasa la última noche, entre sollozos, lamentos y acurrucados sobre nosotros mismos. Deseas que no llegue nunca el día siguiente, pero llega. Nos levantamos sin mediar palabra. Le damos su biberón (ahora si es el último), lo lavamos, lo vestimos y nos montamos en el coche como autómatas. Llegamos y ya está todo preparado. Lo entregamos a la familia y cuando los ves marchar con el bebé cogido, en un acto instintivo, gira la cabeza, nos sonrie y nos dedica su último momento. Giran la esquina y .............. soledad, vacio. Todo a tu alrededor se ha silenciado.
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