Tiempo pasado
Cuando miro atrás observo el
camino recorrido, no fácil.
He sufrido como cualquier otro,
he llorado, he reído, he amado y sin embargo me sigo preguntando cual es el
significado de mi vida. Dios me ha regalado, que yo recuerde, cuatro nuevas vidas.
En cada una de ellas he podido morir y sin embargo aquí estoy. Para qué ó para
quién sigo aquí ¿?
No puedo cambiar ni uno solo de
los momentos del pasado, quizás el único tiempo que existe, y el mismo te
envuelve en sus redes para cambiar definitivamente el presente que quieres
vivir y ver el futuro desde una mirada diferente. El pasado te persigue y a
veces se hace insoportable ó quizás no quieras reconocer el paso del tiempo
entre tus ojos ó quizás te encuentres insatisfecho en lo que te has convertido.
Triste reconocer el vacio dentro
de ti cuando la gente sufre a tu alrededor y no saber ó no querer hacer
nada. Me niego a aceptar esta nueva vida
para esto, por lo que continúo mi larga búsqueda, que a ciencia cierta no sé
donde me dirige. Me siento un fracaso porque el peso de tu pasado y de tus
pecados te persiguen cada día y de nada vale confesarse, redimirse. Tu conciencia
no entiende de ello. Sólo reconoce el bien y el mal ó lo que no has hecho tan
bien, pero ambos conviven en tu interior luchando por su supremacía, y reconoceréis
que es más fácil hacer el mal que el bien, para el cual debes siempre negarte
ante el prójimo, ante tus seres queridos. El bien, el amor solo entienden de
humildad y cuantas veces olvidamos no pocos detalles del camino a seguir, unas veces
la ira, otras la vanidad, egoísmo, soberbia…
Y el pasado, tus pecados, te están acechando día tras día hasta que te
reconcilies con ellos, antes de morir.
No se puede cambiar nada de lo que has hecho pero si al menos morir en paz. Los
pecados te persiguen todos los días e incluso después de morir es posible que también
tus hijos acaben pagando la magnitud de tus pecados, y así sucesivamente. He
ahí la evidencia de que nuestros caminos siempre van indisolublemente
unidos a través del tiempo, y su magnitud
es tal ante nuestra impotencia como seres que nos sentimos indefensos para destruirlos, para olvidarlos
definitivamente.