ETAPA 3 – PEDROUZO - SANTIAGO
La última etapa y quizás la más
dura. Hizo calor y aunque comenzamos fuertes y los kilómetros se sucedían sin
apenas dificultad. Sara y Celeste estaban muy fuertes, mi mujer, Maribel,
andaba ese día un poco más justa y se fue retrasando un poco, pero la esperaba.
Mi nieto iba como siempre, riéndose, feliz, viéndolo todo. Por cada pueblo que pasábamos
era el centro de atención. Nunca habían visto un peregrino tan pequeño y tan
guapo. Fotos por doquier y el respondiendo con esa amplia sonrisa y esos ojos
tan profundos. Todo era nuevo para él y en cada paso se reía, miraba para todos
lados y escudriñaba con sus ojos todo lo que se movía a su alrededor. Había mucho asfalto en esta jornada pero
supimos encararlo con energía. Antes de llegar a Lavacolla Sara se detuvo en
una alambrada y confeccionó una cruz con sus propias manos y pidió un deseo íntimo
y profundo. Yo recé para que se cumpliera y que fuesen muy felices los tres. Llegamos al Monte de Gouzo, donde decidimos
parar a comer y darle de comer a Roberto.
Nos relajamos en exceso por la cercanía
de Santiago, pero descansar más de lo debido fue un error y el inicio fue arduo
y lento. Sara fue la que peor lo pasó y estaba realmente nerviosa. No veía el
final del Camino, y cada paso se convirtió en una pesada carga. Ya quedaba
poco, pero aun continuaba muy cansada. Llegamos por fin a la Catedral y las
emociones se desbordaron, nos abrazamos y lloramos todos. El peque tenía una
cara feliz y nosotros también. Ese día era 25 de Julio, Día de Santiago y
fiesta autonómica de Galicia, por lo que la plaza había muchos peregrinos y
viandantes. La TVG estaba haciendo un programa y al vernos nos entrevisto.
Fueron unos momentos inolvidables. Inmediatamente nos acercamos a intentar que
le dieran la Compostela a Sara y a su hijo Roberto, y aunque no han hecho los
100 km de rigor se lo dan por las emotivas circunstancias que concurren.
Sara llamó a Roberto, y este le
dice que se va a ir con unos amigos por ahí, y ella se mosquea un poco.
Nada más lejos de la realidad, le tenía
preparado una sorpresa y era presentarse en Santiago para estar junto a ellos,
Sara y el hijo de ambos, Roberto.
Nos fuimos a descansar al piso que teníamos
reservado, mientras que yo iba a por el coche a Pedrouzo. Despues de que se levantaron
nos fuimos a dar un paseo, y nos sentamos a cenar llegada la hora.
Ya quedaba poco para que llegara
Roberto, y yo me fui a esperarlo con su hijo, mi nieto. Lo encontré y tras
abrazar calurosamente a su hijo, fuimos al encuentro de toda mi familia. Sara
cuando me vio sin su hijo me pregunto que donde estaba y le dije que lo tenía
un hombre y cuando miro para atrás dio un enorme salto de la silla, se abrazo a
los dos y comenzó a llorar, de felicidad. Nosotros con ellos. Momento
inolvidable.
Al día siguiente nos levantamos,
fuimos a escuchar Misa, y después de comer fuimos preparando las cosas para
iniciar el viaje de vuelta, con parada en Melide para volver a probar el pulpo
de la pulpería Ezequiel y despedirnos de la dueña que tan bien se portó con
nosotros.
Llevo en mi corazón todos y cada
uno de los momentos de este maravilloso Camino, que volvería a repetir todos
los años. Un Camino infinito, todos juntos, cogidos de la manos, un día tras
otro, sin separarnos nunca.
Ha servido para unirnos eternamente
y en la búsqueda de su felicidad este Camino nos ha servido de mucho. Pronto repetiremos
de nuevo.
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